Saturday, January 10, 2009

Un Curso de Amor

CONTRAPORTADA:

Un CURSO DE AMOR es un raro y precioso don que emana directamente del corazón, del espíritu puro, y apela directamente a nuestro corazón, a nuestro espíritu. Las palabras que contiene fueron recibidas por Mari Perron, ayudada en su presentación por Dan Odegard, y ofrecidas a un número creciente de individuos y grupos en todo el mundo. Ahora este libro pone el curso completo a disposición de un público más amplio.
La lectura de estas páginas nos lleva a reconocer el poder interno que recibe las enseñanzas ofrecidas y responde. Con toda la información que gira a nuestro alrededor, muchos han olvidado una verdad muy simple: es mucho mejor buscar guía en nuestros corazones antes que en nuestras mentes. Este curso nos ayuda a acceder a la sabiduría que existe dentro del corazón y nos conduce a una experiencia completamente diferente de la vida, inclusive a una forma de crear un cielo en la tierra.
Un Curso de Amor nos muestra cómo llevar adelante una vida profundamente satisfactoria y cómo hallar amor y gozo de manera inmediata. Al disipar la ilusión de que somos individuos separados y aislados, lo cual nos permite sintonizar con la unidad que somos en realidad, descubrimos las respuestas que necesitamos y las soluciones que queremos.
Una y otra vez, Un Curso de Amor regresa a este tema: estamos conectados de manera integral los unos con los otros y con todo el universo. Por lo tanto las respuestas, el camino para todos, consiste en unir antes que en separar. Si escuchamos y nos mantenemos atentos a la sabiduría y al poder tras las enseñanzas, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo… y esta obra guía en el camino.
“Un Curso de Amor llega a nosotros en este momento histórico particular para que podamos cambiar nuestra vida, nuestra cultura, nuestro espíritu y nuestra misma existencia física y ser más plenamente aquellos que en verdad ya somos. Es un curso de aprendizaje, de pensamiento, pero es también un curso de acción… En cierto sentido, no hay nada nuevo en el Curso. Sin embargo todo es nuevo, tanto en el presente como en el futuro…”
“La lectura de este texto te invitará a convertirte en lo que siempre has sido, y ese anhelo que has sentido toda tu vida hallará satisfacción.”

DE LA INTRODUCCIÓN

SOBRE LOS PRESENTADORES

Mari Perron es coautora de The Grace Trilogy: Messages of love, Grace, and Peace. Dan Odegar es escritor, editor y librero. Ambos viven en St. Paul, Minnesota, Estados Unidos.

Para mayor información sobre Un Curso de Amor, por favor visite: www.courseoflove.com




Donde aprendiste a odiar,
aprenderás a amar.
Donde aprendiste miedo,
aprenderás seguridad.
Donde aprendiste a desconfiar,
aprenderás a confiar.
Y cada experiencia de aprendizaje
tocará tu corazón.

Un Curso de Amor, 24.1

Éste es un llamado a entregarte a mi abrazo
y recibir consuelo.
Toma conciencia de que éste es todo el mundo,
el universo, la totalidad
en cuyo abrazo literalmente existes.

Siente la amabilidad y el amor.
Embébete en la seguridad y el solaz.
Cierra los ojos y comienza a ver
con una imaginación
que va más allá de pensamientos y palabras...

Nuestro corazón es la luz del mundo.

Un Curso de Amor 20.2-4


BIENVENIDOS

Muchos nos preguntamos: "¿Có­mo debería vivir la vida?" Con ansias inquirimos: "¿Qué debería hacer?" "¿Cómo debería ser?" "¿Quién soy?" Las respues­tas llegan por destellos, un día una percepción, otro día un incidente que aporta un rayo de luz, un fragmento de compren­sión. Pero ni con todo nuestro esmero y apertura sentimos que alcanzamos un saber concreto y cierto. Entonces nos esforza­mos más, hasta que ya no queremos seguir debatiéndonos. Queremos cambiar nuestro enojo, frustración, impaciencia e inclu­sive nuestra desesperación por paz, energía y un sentido de propósito.
Ha llegado el momento de dejar de esforzarnos. De dejar de indagar aquí y allá con la esperanza de encontrar aquello que buscamos en nuestro trabajo, compañeros, hijos, niños, objetos y en nuestras herramientas de crecimiento personal preferidas.
Estamos invitados a participar en el milagro del regreso a quienes somos en verdad. Se nos ofrece un camino que, si estamos dispuestos a seguirlo, nos llevará de regreso a casa con seguridad, al Amor y al Ser que cada uno es. Nuestras pregun­tas recibirán respuesta, la lucha cesará. No se nos piden sacri­ficios ni capitulaciones. En cambio, recuperaremos nuestro poder y nuestro derecho de nacimiento: el derecho de cada uno a "ser quien soy".
A este camino —compartido con muchos—y a este regreso al Ser —único para cada uno— eres bienvenido. En palabras de Un Curso de Amor, déjate abrazar por el amor, permite que el gozo te alcance.

WILMA VENCHI

CONTENIDO
Introducción
EL PRELUDIO
1. UN CURSO DE AMOR
2. QUÉ ES EL AMOR
3. LA PRIMERA LECCIÓN
4. LA EQUIDAD DEL AMOR
5. LA RELACIÓN
6. PERDÓN / UNIÓN
7. LA RETENCIÓN
8. LA SEPARACIÓN DEL CUERPO
9. EL REGRESO DEL PRÓDIGO
10. USO Y COMPRENSIÓN
11. LIBRE ALBEDRÍO Y DISPOSICIÓN
12. EL ORIGEN DE LA SEPARACIÓN
13. OBSERVACIÓN Y EXPERIENCIA
14. RELACIONES ESPECIALES TERRENAS Y HUMANAS
15. EL YO ESPECIAL
16. QUÉ ELIGES A CAMBIO
17. NO-PLANIFICACIÓN CONSCIENTE
18. LA MENTE COMPROMETIDA
19. UNIDAD Y DUALIDAD
20. INTEGRIDAD – EL ABRAZO
21. EL AMOR ES
22. LA INTERSECCIÓN
23. LA LIBERTAD DEL CUERPO
24. TIEMPO DE SENSIBILIDAD
25. LA DEVOCIÓN COMO PARTICIPACIÓN
26. LA VIDA PLENA
27. SER
28. DAR TESTIMONIO
29. LA ATENCIÓN
30. ESTAR PRESENTE
31. LA NATURALEZA DE LA MENTE
32. EL AMOR REGRESA AL AMOR
EL LLAMADO
UNA INVITACIÓN
Índice de conceptos





INTRODUCCIÓN

El tiempo ha llegado. Un Curso de Amor llega a nosotros en este momento histórico particular pa­ra que podamos cambiar nuestra vida, nuestra cultura, nuestro espíritu y nuestra misma existencia física y ser más plenamen­te aquello que en verdad ya somos. Es un curso de aprendizaje, de pensamiento, pero es también un curso de acción, el curso de un manantial que ya fluye y donde se nos invita a poner juntos nuestra mente y nuestro corazón, a unirnos al fluir eter­no de la verdad.
En cierto sentido, no hay nada nuevo en el Curso. Sin embar­go todo es nuevo, tanto en el presente como en el futuro. Mientras el Curso observa principios comunes a las corrientes más ri­cas de las religiones contemporáneas, especialmente el budismo y el cristianismo, al mismo tiempo desafía a la ortodoxia y a los dogmas de nuestra época declarando una alternativa con belle­za y autoridad.
Estamos preparados en este tiempo a través de la publica­ción y diseminación de ideas de un vasto conjunto de precur­sores, profetas, maestros y guías. Llegamos a este momento por la evolución de la filosofía, la religión y la ciencia, inclusi­ve por el movimiento de los planetas en el universo así como por el movimiento de las más pequeñas partículas de materia y energía. Cada descubrimiento científico parece reforzar la enseñanza del Curso, ya sea proveniente de la biología mole­cular, la física subatómica o la astronomía. Los grandes maes­tros espirituales de nuestro tiempo, de todas las creencias, refuerzan lo que vas a leer en estas palabras, y son confirmados por ellas.
La lectura de este texto te invitará a convertirte en lo que siempre has sido, y ese anhelo que has sentido toda tu vida ha­llará satisfacción.
La fuente y autoridad de lo que aquí leerás proviene de Je­sús, pero también proviene, como muy pronto descubrirás, de las profundidades de tu corazón. En estas palabras, y luego en tu corazón, hallarás la verdad que aceptarás de buen grado, con tu mente y tu corazón finalmente juntos, en unidad. La verdad es absoluta, como debe ser la verdad. Pero también será tu verdad, la que siempre has sabido en tu corazón.
Aunque uno de los preceptos de este Curso dice que el tiem­po no existe, el aprendizaje del Curso es progresivo. Recibirás herramientas —que siempre has llevado contigo— y ejercicios simples que consolidarán la verdad que te será presentada. Se te enseñará a desaprender, tanto como a aprender, y tu visión del mundo cambiará profundamente, así como tu relación con él. Recibirás orientación exactamente cuando la necesites y, al fi­nal, tú mismo te convertirás en guía del Curso, por tu ejemplo y a través de tu relación con los demás.
Nada de esto será difícil. Es un aprendizaje sin esfuerzo, una nueva manera de aprender. Los ejercicios son pocos y simples. Lo único que se te pide, lo único, es "un poco de voluntad". No se te pedirán sacrificios ni sufrimientos. Todo lo que se te pedi­rá abandonar es artificial, creación de tu propio ego mediante actos de separación. Y ya lo has cumplido. Sólo tienes que acep­tar la verdad.
Aunque el aprendizaje no es difícil, pueden producirse difi­cultades en el proceso de desaprender, cuando se te pide que eli­jas la unión antes que la separación, la relación antes que el ego, y lo universal antes que lo particular. Estás a las puertas de una era de potencial ilimitado para ti y tu especie. Es nada menos que revolucionario.
En la práctica, como resultado de aceptar este Curso, mu­chos aspectos de tu vida exterior han de cambiar. Ya no esta­rás atado a dogma alguno. Ninguna relación será "especial", al mismo tiempo que todo lo que hagas existirá en relación con los demás. Te será restaurada una justicia libre de juicio. El mo­delo de tu vida tendrá como base la abundancia en vez de la es­casez. Aceptarás el milagro de lo que es en lugar de añorar lo que podría ser o lo que ya fue. Procederás desde el amor antes que desde el temor. Te convertirás en la persona que siempre supiste que eres pero que, sin embargo, por algún motivo siem­pre sentiste distante. Al fin te recordarás genuinamente a ti mismo.
Todas las palabras que aquí leerás fueron recibidas por Ma­ri Perron, salvo algún ocasional cambio gramatical. En relación, el Curso fue primero compartido con un grupo de individuos, lue­go otro, y otro, y otro más. Quienes escribimos la introducción y las palabras de bienvenida provenimos del primero de estos grupos, y la persona que escribió "El llamado" leyó el Curso sola, como lo harán muchos de ustedes. Aunque las palabras del Curso proceden de Jesús, todos nosotros, de Jesús a ti, somos de la misma manera poderosos, completos y profundamente igua­les. El Jesús que compuso esta obra representa, como ejemplo, el poder —el poder igualitario— que existe en mí y en ti. Este poder existe en la relación, y a esa relación eres llamado, ya sea si lees Un Curso de Amor en soledad o en comunión con un gru­po. No estás solo, nunca lo estuviste.
El milagro literal que recibes junto con estas palabras es el colapso del tiempo. Cada uno de nosotros, tanto como indivi­duos como en relación con nuestra especie y con otras, sabe que somos llamados a recordar nuestra propia realidad. Un Curso de Amor, junto con otros materiales, aclaraciones y recur­sos canalizados y aprendidos en relación con los demás, hará colapsar el tiempo para que surja nuestro propio poder y verdad. La verdad no es relativa ni contingente ni arbitraria. Es absoluta... y es tuya. La liberación nace de que el tiempo de búsqueda ha concluido.
Ese momento es ahora.
DAN ODEGARD
Septiembre de 2000

EL PRELUDIO

Has recorrido tu camino y el final del viaje está a la vista. Estás de pie junto a una sima y ante ti, a corta distancia, se extiende el paisaje del nuevo mundo, fulgurando con toda la belleza del cielo en una luz dorada.
-P.16

P.1 Éste es un curso de amor. El momento para tomarlo es ahora. Ya estás listo y los milagros de amor son necesarios.

P.2 Ora por quienes tienen necesidad de milagros. Orar es pedir. Pero ¿qué pedirás? Ésta es la primera instrucción de este curso de amor. Todos necesitamos milagros. Y éste es el primer paso en la preparación de los milagros: pedir que todos sean incluidos en lo que hacemos. Cuando oras por todos aquellos que tienen necesidad de milagros, oras para que todos aprendan a medida que tú aprendes, pides unir tu mente a todas las mentes. Pides poner fin a tu estado de se­paración y aprender en un estado de unidad. Es el recono­cimiento de que ésta es la única forma de aprender.

P.3 El yo separado o ego no aprende. Aunque el ego haya to­mado muchos cursos y recibido muchas enseñanzas, no ha aprendido sino que se ha sentido, meramente, amenazado. El espíritu no necesita tomar un curso de amor. Si el ego no puede aprender y el espíritu no necesita hacerlo, ¿para quién es entonces este curso de amor y todo otro curso semejante? Aprender nuestra verdadera identidad es algo que toda persona debe hacer. ¿Puede acaso el ego aprenderlo? Nunca. ¿Acaso el espíritu lo necesita? No. ¿Para quién es, entonces, este curso?

P.4 Esta pregunta es esencial. Puesto que un curso de amor carece de sentido para el ego y es innecesario para el es­píritu, no tendría público si éstos fuesen los únicos dos es­tados que existiesen. Además, es imposible ser en parte espíritu y en parte ego, por lo que no tendría sentido presumir un estado semejante para que tenga lugar el apren­dizaje.

P.5 El mundo como un estado del ser, como un todo, ha ingre­sado en un tiempo maduro para la conciencia de los mila­gros. Cursos y autores anteriores han abierto puertas que desafían al ego. Todos aquellos que, con su ego debilitado, caminaron por este mundo con la mente abierta a los milagros y la esperanza de dejar el ego atrás han desper­tado a los seres humanos a una nueva identidad. Anuncian el tiempo final de nuestra crisis de identidad. Desde que Jesús caminó sobre la tierra no hubo momento igual pa­ra la humanidad.

P.6 ¿Qué hay en ti que sea capaz de aprender? ¿Qué hay en ti que reconoce que tú no eres el ego? ¿Qué hay en ti que reconoce el espíritu? ¿Qué hay en ti que oscila en­tre dos mundos, el mundo dominado por el ego y el mundo del espíritu? ¿Qué reconoce la diferencia? El Cristo en ti.

P.7 Resulta fácil imaginar de qué manera el Cristo en ti difiere de tu ego pero no es fácil reconocer la forma en que el Cristo en ti se diferencia de tu espíritu. El Cristo en ti es aquella parte capaz de aprender en forma humana qué sig­nifica ser un hijo de Dios. El Cristo en ti es aquella parte capaz de tender un puente entre los dos mundos. Esto es lo que significa la segunda venida de Cristo.

P.8 El ego es lo que tú has hecho. Cristo es lo que Dios ha hecho. El ego es la extensión de lo que piensas que eres. Cristo es la extensión de lo que Dios es. Para poner fin a la necesidad de aprender debes saber quién eres y qué sig­nifica esto. Mientras que otros cursos y enseñanzas han tenido éxito al señalar la locura de la crisis de identidad y aflojar los grilletes del ego, éste es un curso para estable­cer tu identidad y poner fin al reinado del ego.

P.9 Todavía son pocos los que se atreven a creer en la gloria de quienes son y no creen que sea arrogancia pensar en sí mismos a la luz de los pensamientos de Dios en vez de los propios. Esto se debe a que el ego aún no se ha retirado por completo. Tienes razón cuando deseas no glorificar al ego en forma alguna. Sabes que el ego no puede ser glori­ficado y no querrías que así fuese. Es por este motivo que, mientras quede algo de ego, no puedes saber quién eres. La única gloria es de Dios y Sus criaturas. Que tú estás entre las criaturas de Dios no puede discutirse. Por eso la gloria te pertenece. Toda la gloria te pertenece y todos tus esfuerzos por protegerla del alcance del ego son valientes pero innecesarios. El ego no puede pretender la gloria que es tuya.
P.10 Muchos de ustedes desean ser "soldados rasos" para vivir una buena vida sin reclamar la gloria ni albergar grandes ideales sobre sí mismos. Puedes hacer mucho bien sin reconocer quién eres, pero no serás quien eres. Tú eres aquello para lo cual el mundo es. El mundo está para que reconozcas tu Ser y a tus hermanos y herma­nas. Detenerte antes de lograrlo justo cuando está a tu alcance resulta tan insano como creer en el ego. Pregún­tate qué te detiene. Aunque parezca que tu elección es humilde, estás dejando que el ego elija por ti. Esto no es humildad sino temor.

P.11 Cuando piensas que has llegado a un límite y no puedes ir más lejos en tu aceptación de la verdad acerca de ti tal co­mo Dios te creó, renuncias al amor en favor del temor. Quizás hagas de este mundo un lugar mejor, pero no lo abolirás. Cuando aceptas hacer buenas obras y ser una buena persona, aceptas ser consejero de aquellos que es­tán en el infierno pero no escoges el cielo. Aceptas lo que ves como posible y rechazas lo que percibes como impo­sible. De esta manera te aferras a las leyes del hombre y rechazas las leyes de Dios. Reivindicas tu naturaleza hu­mana pero rechazas tu naturaleza divina.

P.12 ¿Qué es este rechazo sino rechazo de ti mismo? ¿Qué es este rechazo sino temor disfrazado de humildad? ¿Qué es este rechazo sino rechazo de Dios? ¿Qué es sino rechazo de los milagros?

P.13 Cuando te rechazas a ti mismo sientes sobre ti un peso cada vez mayor. Aunque un estallido inicial de energía haya sucedido a tus descubrimientos de otras formas de la verdad, aunque hayas experimentado los que parecían ser milagros en "tu" vida, cuando persistes en re­chazarte a ti mismo esa energía y esas experiencias que deleitaron tu corazón comienzan a ceder y a parecer dis­tantes e irreales como un espejismo. No te queda otra cosa más que creer en el esfuerzo y en la lucha por ser una buena persona y hacer el bien, creencia que demuestra claramente que rechazaste ser quien eres.

P.14 Hijo de Dios, no necesitas esforzarte, no necesitas cargar con ese peso ni fatigarte. Tú que quieres realizar el bien en el mundo, date cuenta de que sólo tú puedes realizarte. Estás aquí para despertar de tu sueño. No estás aquí para despertarte en el mismo mundo, un mundo que parece un poco más sano que antes pero que aún sigue go­bernado por la locura, un mundo en el cual parece posible ayudar a unos pocos pero ciertamente no a todos. Estás aquí para despertar a un nuevo mundo. Si todo lo que ha cambiado en tu mundo es que ahora ves menos locura que antes, entonces aún no has despertado, por el contrario, sigues atrapado en la pesadilla que tu ego ha construido. Al elegir rechazarte a ti mismo has elegido encontrarle sentido a la pesadilla en vez de despertarte de ella. Eso nunca funcionará.

P.15 Cuando rechazas quien eres, demuestras que te presumes capaz de creer en parte de la verdad pero no en toda. Por ejemplo, muchos de ustedes han aceptado que son más que su cuerpo pero retienen la creencia en el cuerpo. En consecuencia sólo han logrado confundirse más aceptando que son dos personas: un ego represen­tado por el cuerpo y un espíritu que representa un mun­do invisible en el que pueden creer pero no tener parte. Han puesto al ego y al espíritu al mismo nivel y le han dado al ego un enemigo interno e invisible contra el cual luchar. Éste no fue el propósito de las enseñanzas de la verdad, cuya meta era exactamente opuesta a la induc­ción de conflictos. La verdad une. No divide. La verdad invita a la paz, no al conflicto. La verdad parcial no sólo es imposible, sino perjudicial. Pues tarde o temprano, en esta batalla despareja gana el ego. El espíritu, así como tú lo has definido, es demasiado amorfo, irresoluto y poco confiable como para ganar esta batalla contra lo que tú percibes como tu realidad.

P.16 Tú, que te has acercado a la verdad sólo para darle la es­palda y negarte a verla, vuélvete una vez más y mírala. Has recorrido tu camino y el final del viaje está a la vista. Estás de pie junto a una sima y ante ti, a corta distancia, se extiende el paisaje del nuevo mundo, fulgurando con toda la belleza del cielo en una luz dorada. Atisbas este pa­norama pero le vuelves la espalda, suspiras y regresas la mirada hacia el mundo que te es familiar y lo escoges. No ves que esta elección, aun cuando la hagas con la buena intención de volver para hacer una diferencia, no deja de ser una opción por el infierno cuando en su lugar podrías haber elegido el cielo. Sin embargo, sabes que la única forma de cambiar el mundo es elegir el cielo. Es el cambio de un mundo por otro. Esto es lo que te da miedo. Te asusta tanto desprenderte del mundo conocido que, aunque sea un mundo de conflictos, enfermedad y muerte, no lo cambias, no renuncias a él.

P.17 Mientras Dios permanece desconocido para ti y tú per­maneces desconocido para ti mismo, el cielo permanece oculto. En consecuencia, al darle la espalda al cielo te das la espalda a ti mismo y a Dios. Tus buenas intencio­nes no vencerán al mundo ni producirán el fin del infier­no. En toda la historia del mundo, muchas personas han realizado obras buenas, heroicas y a veces milagrosas sin que el mundo dejase de ser un lugar de miseria y deses­peranza. ¿Qué es más arrogante? ¿Creer que tú solo puedes hacer lo que millones no han podido hacer? ¿O creer que tú, en unión con Dios, puedes hacerlo? ¿Qué tiene más sentido? ¿Intentar una vez más lo que otros han intentado pero no lograron? ¿O dejar atrás lo viejo y escoger un nuevo camino, un camino en el cual tú te conviertes en el logro, y al hacerlo traes lo nuevo a la existencia?

P.18 ¿Cuál es la diferencia entre tener buenas intenciones y entregarse a la voluntad de Dios? Lo primero se apoya en quién tú crees ser y lo segundo, en aquello que Dios sabe que eres. Mientras permanezca esta diferencia no puedes compartir tu voluntad con la de Dios ni hacer lo que Dios ha designado que hagas. Aquello que crees ser revela la elección que has hecho. Es una opción entre estar separado de Dios o ser uno con Dios. Es la opción entre cono­certe a ti mismo como siempre lo has hecho o conocerte a ti mismo tal como Dios te creó. Es la diferencia entre el deseo de conocer a Dios ahora y el deseo de esperar para conocer a Dios hasta que tú hayas decidido que eres digno o hasta otro momento, como la muerte.

P.19 ¿Qué son las buenas intenciones sino la elección de hacer lo que puedes, solo, por ti mismo, contra todas las dificul­tades? Este es el motivo por el cual las buenas intenciones fracasan tan a menudo y por el que, cuando todos los es­fuerzos han sido hechos, el resultado pocas veces parece valer la pena. No puedes ganarte el camino al cielo o a Dios a través del esfuerzo o las buenas intenciones. No puedes obtener y jamás sentirás que obtienes la sensación de ser una persona digna de merecer todo lo que Dios da gratuitamente. Renuncia a esta noción.

P.20 Has decidido que sabes cómo hacer buenas obras pero no sabes cómo hacer lo que Dios te pide. Piensas que si Dios te pidiese construir un puente, lo construirías, y es proba­ble que esto sea verdad. Pero no te convertirías tú en el puente. Te niegas a reconocer que el Cristo en ti te provee el puente por el cual no necesitas más que caminar para salvar la distancia entre el infierno y el cielo, entre tu yo separado y la unión con Dios y todos tus hermanos y hermanas. Prefieres creer que una buena obra por aquí y al­guna caridad por allá son más importantes. Prefieres re­nunciar a ti mismo y ayudar a los demás, sin darte cuenta de que no puedes ayudar a nadie si no te ayudas a ti mismo. Prefieres la abnegación porque crees que es la forma de abolir el ego y complacer a Dios. Esto no es diferente de la actitud de una buena madre que decide sacrificarse a sí misma por sus hijos, sin darse cuenta de que su sacri­ficio no sólo es innecesario sino también indeseable.

P.21 Tus buenas intenciones no complacen ni desagradan a Dios. Él simplemente espera tu regreso al cielo, tu acep­tación de tu derecho de nacimiento, que seas quien eres.

P.22 El otro fracaso reside en el extremo opuesto del espectro, cuando el interés y la concentración en el yo no parecen tener fin ni límite. Mientras que el perdón y la liberación de la culpa son necesarios, del mismo modo en que es insustituible el reconocimiento de los dones y de lo que conduce al gozo, el centro de estas enseñanzas es sólo prepa­rarte para una nueva elección. El interés prolongado en el yo puede ser tan perjudicial como la abnegación de quie­nes sólo intentan hacer buenas obras. En vez de conducir al conocimiento de Dios, el interés prolongado en el yo puede fortalecer aun más al ego.

P.23 Los buscadores son otra categoría de aquellos que ante el precipicio actúan como si se hubiesen topado contra una pared en lugar de encontrar un puente. Es precisamente el lugar donde te detuviste a donde debes regresar. Quie­nes continúan buscando suelen dejar las enseñanzas de una tradición espiritual o religiosa sólo para encontrar otra y otra más. Aquellos cuya intención es buscar siempre tendrán más para buscar, pero aquellos que encuentran ne­cesitan detenerse para tomar conciencia de lo que han en­contrado y darse cuenta de que no buscan más.

P.24 La paciencia dura por siempre, pero el mundo no. La paciencia de Dios es infinita, pero el mundo no. Dios es pa­ciente porque te ve tal como eres. El Cristo en ti también es perdurable y está siempre presente. El debilitamiento de tu ego por cualquier aprendizaje que hayas hecho ha dejado lugar para que una fuerza se filtre como por una pequeña hendija abierta en la armadura del ego, una fuer­za que crece y se impacienta con la postergación. No es tu ego el que se impacienta ante el cambio, pues tu ego quie­re que las cosas permanezcan iguales. Es, en cambio, el es­píritu de compasión que se activa ante la falta de sentido de la miseria y el sufrimiento. Un espíritu que busca saber qué hacer, un espíritu que no cree en las respuestas que ha recibido.

P.25 El dualismo que amenaza hasta al más astuto de los buscadores se supera mediante el Cristo en ti, mediante el Uno que sabe qué significa ser hijo de Dios y también caminar la tierra como hijo de hombre. Ésta no es tu ayuda, como lo es el Espíritu Santo, sino tu identidad. Mientras que el Espíritu Santo fue llamado para cambiar tu percep­ción y ayudarte a distinguir lo verdadero de lo falso, lo apropiado a la hora de identificar tu yo indiviso es el reconocimiento del Cristo en ti.

P.26 Por el momento hablaremos de la familia de Dios utilizando imágenes de la familia humana para que tú puedas reco­nocerlas. La familia humana comprende muchas familias, pero es llamada una familia, la familia humana. Es llamada una especie, la especie humana. Dentro de la familia huma­na hay familias particulares y, entre ellas, la que llamas "tu" familia. Una familia comprende varios miembros pero es llamada una familia. Todos sus miembros descienden de los mismos ancestros, de la misma herencia. Dentro de esa he­rencia hay genes que transmiten rasgos y predisposiciones particulares. El hijo de una familia puede asemejarse al hijo de un pariente distante o a un pariente que vivió y murió muchos años antes. No ves nada raro ni extraño en ello. Así es la naturaleza de la familia, tal como tú la entiendes. Pero más allá de la naturaleza física de las familias y de la heren­cia de los ancestros, lo que une a la familia es el amor. La familia es el único lugar donde el amor incondicional se con­sidera aceptable. Por tanto, no importa cuán bueno se per­ciba un niño o cuán malo se perciba otro, el amor de los pa­dres por el niño es el mismo. Un hijo o hija no necesita ganarse el amor que se le brinda, y esto también se consi­dera aceptable e incluso "correcto".

P.27 Obviamente la naturaleza de Dios es diferente de la natu­raleza humana. Dios no tiene forma física y no produce descendencia física. Sin embargo, tiene un hijo, un reto­ño, que debe existir bajo alguna forma ante el Padre. En la historia de la humanidad encontramos el relato de la ve­nida del hijo de Dios, Jesucristo, que nació, creció como hombre, murió y resucitó para continuar viviendo en al­guna forma distinta que la humana. Quienes creen en el relato aceptan que Jesús era el hijo de Dios antes de na­cer, mientras caminó sobre la tierra y luego de que murió y resucitó. Ya sea que creas o no creas en esto, el relato te acerca la verdad en una forma que tú puedes entender. Je­sús es simplemente el ejemplo viviente que demuestra qué significa ser hijo de Dios.

P.28 Así como hay una parte de ti que piensa que eres indigno y estás hecho para el sufrimiento y la lucha, hay otra parte de ti que sabe que esto no es verdad. Si recurres a la memoria recordarás que desde la más temprana edad sabes que la vida no es como aparece, ni siquiera como se supo­ne que es, y que tú no eres como pareces, ni siquiera co­mo se supone que debes ser. La parte de ti que se indigna ante la injusticia, el sufrimiento y el horror lo hace desde un lugar que no acepta y nunca aceptará que éstas son las cosas que existen para ti y para quienes caminan el mun­do junto contigo. Sin embargo, la historia en la que crees te dirá que el mundo siempre ha sido así y que no hay forma de escapar de él. En semejante mundo, la pregunta no es por qué tantos se quitan la vida, sino por qué tan pocos lo hacen.

P.29 Hay muchas formas de sufrimiento y horror, desde la enfermedad física hasta la tortura y la pérdida del amor, y entre todos estos hechos temibles está la igualmente perturbadora vida de quien no tiene un propósito y cuyas horas pasan en ese interminable afán que es el costo de la supervivencia. Inclusive aquellos que han estudiado y aprendido muchas lecciones dejan a un lado su aprendi­zaje mientras se ganan la vida, hasta que el polvo acumu­lado sobre él lo esconde de la vista. Este es el costo de dar la espalda cuando se podría haber alcanzado el cielo, el costo de seguir creyendo en las leyes del mundo que go­biernan la supervivencia del cuerpo. Este es el camino de los que saben que no lo es pero dudan de su conocimien­to. Siempre ha sido así, gimen. Lamentan ver un solo mun­do real mientras el cielo los espera a un paso de su volun­tad de seguir.

P.30 En tanto creación, eres a tu Padre como la familia del hombre es a la familia de Dios. Así como en tu mundo real los niños crecen y se apartan de su familia para empezar su "propia" vida, así has hecho tú como parte de la fami­lia de Dios. En la familia humana, la separación y la independencia que llegan con el crecimiento se consideran la forma en que deberían ser las cosas, el regreso a la "fami­lia de origen" también se considera natural. Los hijos se van por un tiempo, ansiosos por afirmar su independen­cia, para regresar más adelante. El regreso es un símbolo de madurez, aceptación y a menudo de perdón.

P.31 ¿Qué significa creer en Dios? Reconoces que no puedes conocer a Dios de la misma manera en que conoces a otro ser humano y, sin embargo, sigues buscando esta clase de conocimiento. De todos modos, inclusive tra­tándose de otro ser humano, la esencia de conocerlo reside en saber cuáles son sus convicciones, cuál es su verdad, qué reglas obedece, cómo piensa y cómo eso que piensa concuerda con lo que hace. Dios te dio la Palabra para que tú lo conozcas a El. Dios te dio la Palabra hecha carne como un ejemplo por el cual vivir, un ejem­plo del Dios viviente. ¿Es necesario algo más? Buscas la forma cuando ya tienes el contenido. ¿Acaso esta bús­queda tiene sentido?

P.32 Lees lo que escriben los autores y piensas que no sólo co­noces a los personajes sino también al autor. Pero cuando te encuentras cara a cara con un autor pocas veces ves en él lo que viste en sus escritos. Cuando te encuentras cara a cara con un autor ves su forma. Cuando lees sus palabras ves su contenido. Cuando dejas de ver con los ojos del ego, dejas de ver la forma y dejas de buscar la forma. Comienzas a ver el contenido.

P.33 De Dios todo lo que tienes es contenido. No hay forma que ver, sin embargo en el contenido se revela la forma. Esto es ver de verdad, pues el contenido es todo y la forma es nada.

P-34 El contenido de Dios es amor. Jesús encarnó a Dios en­carnando al amor. Vino a revertir aquello que se pensaba de Dios, a poner fin a la visión de Dios desde la perspec­tiva humana de la venganza, el juicio y el castigo.

P-35 Jesús llevó a cabo esto no sólo encarnando a Dios en forma humana, sino también dando una imagen verdadera del poder. Antes de la venida de la palabra hecha carne, es decir de la encarnación, la única idea que la humanidad podía tener de un ser todopoderoso era la de alguien cuyo poder se asemejaba al de los poderosos de entonces. Je­sús se manifestó en forma tan contraria a esta clase de po­der que fue llevado a la muerte. Pero Jesús no se resignó a la impotencia, sino que enseñó el verdadero poder, el po­der del amor, un poder probado por la resurrección.

P-36 Jesús, unido al Cristo en ti, puede enseñarte quién eres y cómo vivir como aquel que tú eres en un nuevo mundo. Puede abrirte el cielo y llevarte a través de sus puertas pa­ra cambiar por fin este mundo por tu auténtico hogar. Pero no es tu cuerpo el que pasará por las puertas del cielo, ni serán los ojos de tu cuerpo los que vean el nuevo mun­do que contemplarás y llevarás contigo. Pretender ver un mundo físico de dimensiones y formas como el antiguo y querer transportarlo de un lugar a otro es un engaño. El nuevo mundo no tiene que ver con la forma, sino con el contenido. Un contenido que es tan transmisible como las palabras de un autor sobre una página.

P-37 ¿Cuántas personas viajarían al cielo si pudiesen subirse a un autobús y ser transportadas hasta él? Sin embargo, cada uno de ustedes alberga dentro de sí el poder para lle­gar al cielo. Conocerte tal cual eres es lo único que te per­mitirá abandonar el miedo a tu poder. Jesús aceptó su poder y de esa manera trajo el poder del cielo a la tierra.
Lo mismo puede enseñarte el Cristo en ti. Esto es apertu­ra de la mente a los milagros. Esto es amor.

P.38 Esto es unidad. El Cristo en ti enseña sólo impartiendo un conocimiento que tú ya tienes y al que vuelves a acceder cuando te unes con tu verdadero Ser. Cuando realizas esto, tú te realizas. Porque estás completo. Pero si tu unión con Cristo es la realización y plenitud de todas las ense­ñanzas, ¿quién provee las lecciones? Jesús.

P.39 El Cristo en ti es tu identidad compartida. Esta identi­dad compartida hizo que Jesús y el Cristo fueran uno. Los dos nombres significan lo mismo, pues la unidad es lo que siempre compartieron y compartirán. Tú eres eternamente uno con Cristo. La única forma en que pue­des identificar a Jesús como algo diferente es si conside­ras al Jesús que fue hombre, el Jesús que existió en la historia. Es la misma forma en que te ves a ti como hom­bre o mujer, como un ser que existe en un momento determinado de la historia. Esta condición tridimensional de tu visión es la naturaleza del problema. Si no puedes verte más que como un hombre o una mujer que vive en un lugar particular y en un determinado momento de la historia, no puedes ver tu Ser. Por lo tanto, Jesús viene a ti una vez más en una forma que puedes aceptar, y lo hace para llevarte más allá de lo que puedes aceptar, pa­ra llevarte a la verdad.

P.40 Decirle a alguien, en especial a un niño, que una oruga se transforma en mariposa puede sonar inverosímil, pero no por ello deja de ser verdad. Aunque a muchos les resulte más placentero contemplar la mariposa, ésta continúa siendo el mismo ser que la oruga. La oruga no dejó de existir; simplemente se transformó en lo que siempre fue. De esta manera, pareciera que la mariposa es al mismo tiempo mariposa y oruga, dos cosas separadas que se vuel­ven una. Tú eres consciente de que si no pudieras ver la transformación con "tus propios ojos", no creerías que dos criaturas en apariencia tan disímiles fuesen la misma. Si alguien te contara esta transformación sin proporcionarte pruebas visibles, lo acusarías de inventar un cuento de hadas para divertirse.

P.41 ¿Cuántos de ustedes consideran la historia de su propio ser con este mismo marco de pensamiento? Es un lindo cuento de hadas, un mito aceptable, pero mientras los ojos del cuerpo no puedan ver pruebas, no será más que eso. Ésta es la locura de la pesadilla de la cual eliges no despertar. Es como si te hubieses propuesto no abrir los ojos hasta que alguien te ofrezca pruebas de lo que ve­rán cuando los abras. Te quedas sentado esperando prue­bas en la oscuridad, una oscuridad que sólo tu propia luz disipará.

P.42 Tu disposición para aprender es evidente, o no estarías aquí. Pero aprendes y luego dejas que el ego entre a lle­varse todo lo que has aprendido, una y otra vez. El ego es muy astuto para hallar formas de hacerte volver la espal­da vez tras vez, hasta que te sientes como si estuvieses en­trando y saliendo por una puerta giratoria.

P.43 Fuiste tu Ser antes de comenzar tu aprendizaje, por lo que tu ego no puede quitarte el Ser, sólo puede oscurecerlo. Por ende, las enseñanzas que ahora necesitas son las que conducen a separar el ego de tu Ser, para que puedas oír sólo una voz.
P.44 Esta vez nuestra aproximación será directa. Una aproxi­mación que, como primera medida, dejará atrás el apren­dizaje abstracto y los complejos mecanismos de la mente que te traicionan. Nos distanciaremos un paso del intelec­to, del orgullo del ego, y abordaremos este aprendizaje fi­nal en el ámbito del corazón. Aquí es donde termina la confusión. Por eso lo llamamos Un Curso de Amor.

1. UN CURSO DE AMOR

La opción por el amor crea amor: La opción por el temor crea temor ¿Qué opción crees haber hecho para crear el mundo que tú llamas hogar? Este mundo fue creado por tu elección, y una nueva elección puede crear un nuevo mundo. Pero debes saber que no hay más que estos dos. Amor o falta de amor. Y que el amor es lo único real.
-1.18

1.1 Todo ser viviente tiene un corazón. Definiremos el cora­zón como el centro del ser, ese lugar de donde todo senti­miento emana. Todo sentimiento verdadero es amor. Todo amor alaba a Dios. Todo amor es un reconocimiento de la gloria de Dios y de todo lo que Dios creó. El amor es la única respuesta pura de lo creado al creador, la única respuesta del creador a lo creado. Reconocer qué es el amor te llevará de regreso a Dios y a tu Ser.

1.2 Todo sentimiento resulta del amor o de la falta de amor. No hay más motivos que estos dos. Todos los sentimien­tos son generados por el corazón y no tienen nada que ver con el cuerpo. El corazón del cuerpo es el altar donde pre­sentas todas tus ofrendas a Dios. Las ofrendas son amor o falta de amor. La falta de amor es igual a nada. Por lo tanto, todas las ofrendas hechas desde un lugar que no sea el amor son nada. Todas las ofrendas hechas desde un lugar de temor o culpa son nada.

1.3 El amor es la condición de tu realidad. Es tu forma humana, el corazón debe latir para que tu vida tenga lugar. Ésa es la naturaleza de tu realidad. El amor es tan esencial para tu ser como el corazón lo es para el cuerpo. Por lo tanto, sin amor no existirías. El amor está presente aun sino eres consciente de él, como no eres consciente de los latidos de tu corazón. Un bebé no está menos vivo porque no sepa que su corazón late. Tú no eres menos Ser aun cuando no te des cuenta de que sin amor no existirías.

1.4 El único pensamiento de Dios es el amor. Es un pensamiento ilimitado, infinitamente creador. Por la extensión del pensamiento de amor de Dios, tú existes. Y yo existo contigo en ese mismo pensamiento. No comprendes esto simplemente porque no comprendes la naturaleza de tus propios pensamientos. Los has situado dentro de tu cuerpo, y concebido en forma que no tienen sentido.

1.5 Pero cuando aplicas tu pensamiento al aprendizaje, aprendes. Que esto te sirva de aliento. Ésta es una capacidad que podemos utilizar juntos para aprender de nuevo.

1.6 Deberías darte prisa sólo por oír la verdad. Es sabido que cuando quieres darte prisa actúas de manera contraria a lo que desearías conseguir. Deja que tus preocupaciones lleguen y se vayan. Recuerda siempre que simplemente no importan salvo desde la perspectiva del tiempo, y que ahorrarás tiempo cuando las dejes ir. Recuerda que tus preocupaciones no alteran nada. Tú crees que tus preocupaciones pueden tener un efecto sobre el tiempo, pero el tiempo es una ilusión, por l oque tampoco importa. Recuérdalo también, pues forma parte de la acción de dejar que el mundo viejo se vaya para hacer lugar al nuevo. Recuerda que estas cosas no importan y que no las llevarás contigo al mundo nuevo. Por lo que puedes desprenderte de ellas ahora.

1.7 Es como si hubieses llevado tu pesado equipaje contigo a todas partes por si acaso necesitaras algo. Pero ahora co­mienzas a confiar en que no necesitarás de las cosas que llevas. Ya no te hace falta ese grueso y pesado abrigo pues confías en que el sol brillará y te rodeará con su tibieza. Eres un inmigrante que llega al Nuevo Mundo con todas sus posesiones a mano. A medida que te acercas a lo que alguna vez fue una playa distante y ya no lo es, te das cuenta de que todo lo que antes poseías y llamabas tus te­soros no son necesarios. Te sientes insensato por haberlos cargado de un lugar a otro. Qué perdida de tiempo y de energía resultó haberte dejado frenar por semejante peso. Qué alivio es saber que ya no necesitas cargarlo. Cómo deseas haber sabido desde un principio que no era nece­sario. Te sientes feliz de desprenderte de él.

1.8 Todavía no percibes qué pesada era tu carga. Si literalmente hubieses cargado un tronco pesado e inútil de un mundo a otro cuando alguien más sabio te dijo que no iba a hacer falta, al darte cuenta de la verdad te preguntarías qué otras cosas te fueron advertidas sin que les hicieras caso. Puedes intentar una cosa y luego otra de aquellas que no intentaste cuando estabas convencido de que te­nías razón y la otra parte estaba equivocada. Y cada vez que intentes un nuevo paso y compruebes que funciona, tu confianza en la sabiduría de ese maestro crecerá. Pue­des considerar que aún eres capaz de aprender de tus errores y descubrir que al final la lección es la misma. Es probable que esto te suceda cada tanto. Pero tarde o temprano te darás cuenta de que es más fácil aprender sin cometer errores, y la sabiduría de tu maestro será la tuya.

1.9 El impulso de poner a prueba la sabiduría de otra perso­na es equivalente al impulso de encontrar tu propio cami­no y que éste sea mejor. Es el impulso de no confiar en el maestro en todas las cosas sino sólo en algunas. Es el deseo de encontrar tu camino por tus propios medios para poder enorgullecerte de tus logros, como si por seguir el mapa de otro tus logros fuesen a sufrir menoscabo. Este deseo de hacer las cosas por tus propios medios es una ar­timaña del ego, y tu orgullo es el regalo que el ego pide a cambio. No son más que pensamientos mágicos que se oponen a la mente abierta a los milagros. Son los pensa­mientos que dicen "yo soy todo por mí mismo" antes que por mí mismo no soy nada. Los verdaderos líderes son se­guidores hasta que están preparados para liderar. No deambulan por sí mismos antes de conocer el camino. No les da vergüenza aprender, no les da vergüenza seguir el curso que otros han señalado. Cada curso auténtico cam­bia cuando se aplica. Cincuenta estudiantes pueden reci­bir la misma lección sin que ninguno de ellos la aprenda de igual manera que el otro. Esto se comprueba en la en­señanza y aprendizaje de información, y se comprueba también en la enseñanza y aprendizaje de la verdad. La única manera en que no puedes aprender la verdad es si insistes en aprenderla por ti mismo, pues por ti mismo es imposible aprender.

1.10 Renuncia a ser tu propio maestro. Acéptame a mí como tu maestro y acepta que yo te voy a enseñar la verdad. No te avergüences de ello. No puedes aprender lo que voy a enseñarte sin mí. Ya has probado innumerables caminos, y puedes seguir probando, pero no tendrás éxito, no porque carezcas de inteligencia ni porque te falte empeño, sino porque es imposible. Es imposible que aprendas algo por ti mismo. Por el contrario, tu empeño por hacerlo sólo obstaculiza el aprendizaje. Aprendes sólo cuando estás en unión conmigo, porque sólo unido a mí eres tu verda­dero Ser. Todos tus esfuerzos se basan en que no crees en esta verdad y porque intentas probar que la verdad no es verdad. Pero el esfuerzo sólo te produce frustración. Los aparentes éxitos obtenidos por 61 sólo te producen orgu­llo, que tú entonces ofreces al ego. Este regalo que demanda el ego no vale el precio que pagas por él, pues su precio es todo.

1.11 Un maestro siempre cumple un papel en el aprendizaje del discípulo. Esto no merma los logros del discípulo. Nece­sitas tomar conciencia de que tu deseo de hacer de ti mis­mo tu propio creador es el que ha causado todos los pro­blemas. Es un problema de autoridad. Impregna toda la vida de tu forma física y la vida de tu mente. Solamente tu corazón no le da tanta importancia. Por este motivo ape­lamos al corazón.

1.12 Al corazón no le importa de dónde proviene el amor, sino que llegue. Esto nos sirve de diversas maneras. No quiero decir que no tengas tus objetos de afecto particulares. No es éste el amor del cual hablamos. El corazón anhela aque­llo que se le asemeja. El amor anhela amor. Pensar en ob­tener amor "por uno mismo" es absurdo. Por este motivo el amor es el mejor maestro. Anhelar aquello semejante a ti es anhelar a tu creador y, cuando la percepción haya sa­nado, crear como tu creador. Este anhelo existe dentro de ti de manera natural y no puede ser ahogado ni saciado.

1.13 Cuando ves personas solas y carentes de amor en el mun­do las conviertes en objetos de tu compasión. Sin embar­go, no te das cuenta de que tu ego te hace luchar todo el tiempo por lograr ese estado. Tu ego quiere hacerte creer que sólo cuando no necesitas a nadie para lograr lo que deseas, sólo cuando estás satisfecho con lo que eres y lo que puedes hacer por ti mismo, tu autonomía y tu apren­dizaje habrán llegado a su plenitud, pues ésta ha sido su finalidad. La meta que este mundo te propone es que te pares por ti mismo y te autosatisfagas. Tal meta es inalcan­zable y sólo cuando dejes de pretenderla podrás aprender algo de valor. Estás completo sólo en Dios, donde habitas por siempre. Esforzarte por ser aquello que nunca podrás ser es el infierno que tú has creado.

1.14 Se considera que no poner empeño es conformarse con menos. Sería verdad si aquello por lo que te empeñas tuviese valor. Esforzarte denodadamente por nada sigue siendo no tener nada y acabar con nada. Pero el empeño, sin embargo, debe distinguirse de la lucha. En este curso tratamos de empeñarnos por aquello que tiene valor. No tiene nada que ver con la lucha. Tú crees que abandonar la lucha, desentenderse del conflicto causado por este mundo, es volverle la espalda al mundo real y a todo lo que en él tiene valor. En esto tienes razón. Entonces no eliges esta opción porque crees que al hacerlo les das la espalda a la responsabilidad y al deber, y consideras que tu elec­ción es noble. Pero este deseo de involucrarte en la lucha nada tiene que ver con tu sentido de la responsabilidad y el deber. Es meramente un intento del ego por enredarte en distracciones que te mantienen apartado de tu respon­sabilidad real. Vuelve a pensar en tu atracción por la lu­cha. ¿No es acaso atracción por el juego, un juego que esperas ganar, otra oportunidad de demostrar tu fuerza y tu temple, tu ingenio y tu agudeza mental? ¿No es acaso otra oportunidad de prevalecer contra todas las dificultades que te salen al encuentro a fin de poder convencerte una vez más de que has podido tú solo contra tan poderosos adversarios? Es la única manera que encuentras de probar tu poder y control sobre un mundo caótico. No invo­lucrarse en el caos no es visto como algo deseable, sino co­mo una especie de renuncia, una derrota por abandono. Aunque sabes muy bien que no ganarás el partido que aquí juegas, consideras que el esfuerzo por ganar, no im­porta cuán inútil resulte, es el que da valor a tu vida. No involucrarte equivale a no probar tu propia existencia.

1.15 Para esto has hecho el mundo: para probar tu existencia separada en un mundo apartado de tu creador. Ese mun­do no existe. Y tú no existes separado de tu creador. Tu anhelo de amor te lo dice. Es la prueba que no reconoces.

1.16 ¿Qué te lleva a anhelar amor en un mundo sin amor? ¿Por qué motivo sigues reconociendo que el amor es el núcleo de todas las cosas aunque no se lo valore? Es un claro ejemplo de que los medios y los fines son iguales. Pues amor es lo que tú eres y al mismo tiempo lo que buscas. El amor es medio y fin.

1.17 Todos los símbolos de tu vida física reflejan un significado profundo que, aunque esté oculto a tus ojos, sabes que existe. La unión de dos cuerpos en amor crea un niño, la unión de un hombre y una mujer en el matrimonio crea unidad.

1.18 El amor está en el corazón de todas las cosas. La forma en que te sientes refleja tu decisión de aceptar el amor, o re­chazarlo y elegir el temor. No puedes elegir ambas cosas. Todos los sentimientos que calificas de gozosos y compa­sivos provienen del amor. Todos los sentimientos que ca­lificas de dolorosos o coléricos provienen del temor. No hay más que esto. Éste es el mundo que tú haces. El amor o el temor son tu realidad por elección. La opción por el amor crea amor. La opción por el temor crea temor. ¿Qué opción crees haber hecho para crear el mundo que tú lla­mas hogar? Este mundo fue creado por tu elección, y una nueva elección puede crear un nuevo mundo. Pero debes saber que no hay más que estos dos. Amor o falta de amor. Y que el amor es lo único real. Elegir el amor es elegir el cielo. Elegir el temor es el infierno. Ninguno de los dos es un lugar, sino un reflejo claro de que medios y fines son lo mismo. Son un reflejo de tu poder.